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Dr. Joan J. Guinovart, ex director del Institut de Recerca Biomèdica

24/11/2021
“Muchas de mis líneas de investigación han pasado ahora a IQS, y confío que aún habrá más fertilización cruzada al abrirse IQS a nuevas áreas biomédicas, mostrando su clara apuesta de futuro. El IRB probablemente seguirá proporcionando nuevas ‘fuerzas investigadoras’ a IQS, en esta aventura tan interesante de la biomedicina”.
Dr Joan J Guinovart
Dr. Joan J. Guinovart, director del Institut de Recerca Biomèdica (2005-2018)

 

¿Cómo podríamos resumir toda una vida dedicada a la investigación biomédica y de excelencia?
Ha sido el trabajo de mi vida, y lo he hecho con mucha ilusión y ganas. Desde pequeño quería estudiar Química, y el interés se extendió a los aspectos biológicos y al impacto que tiene la Química en la salud cuando estudie Farmacia. Hice el doctorado en Bioquímica y un post-doc en Farmacología, y al regresar ejercí como profesor universitario de Bioquímica: fui profesor titular de la facultad de Farmacia y contribuí a la creación de la facultad de Veterinaria de la UAB. Más tarde, volví a la facultad de Química de la UB, donde surgió la idea de crear un instituto que agrupara expertos, de distintos ámbitos, que en el mundo universitario estaban separados en departamentos y facultades, pero con intereses comunes en temas biomédicos. De aquí surgió la fundación del Institut de Recerca Biomédica (IRB).

Poner juntos a todos estos talentos ha sido el éxito del IRB y lo ha convertido en el centro de investigación que es. En el 2011, el IRB consiguió la acreditación de Centro Severo Ochoa en la primera convocatoria, convirtiéndose en un centro con sello de excelencia. Y ha renovado la distinción dos veces más, en cada una de las posteriores convocatorias. ¡Estoy muy orgulloso!

¿Hay algún momento que recuerde con especial cariño?
Precisamente, el día que nos dieron la primera distinción Severo Ochoa fue muy emotivo. El IRB tenía que haberse fundado en el 2001, pero se retrasó hasta el 2005. Y en el 2011, solo seis años después de su fundación, conseguimos el sello Severo Ochoa, por delante de otros centros que se habían creado mucho antes. Esto fue para nosotros un reconocimiento de un trabajo bien hecho y muy rápido, confirmando que habíamos escogido el buen camino. El momento de la primera acreditación fue muy emocionante, ¡mucho!

¿Qué han representado estos años al frente del IRB?
Han sido casi trece años de dirección del IRB. Todo este tiempo, he intentado hacer avanzar al instituto atrayendo a los mejores investigadores (un director no puede ser el mejor – eso querría decir que no es bastante capaz de atraer a gente mejor que él – pero tampoco el peor). A la vez, he estado al frente de mi laboratorio, donde hemos hecho aportaciones al conocimiento del metabolismo del glucógeno, directamente relacionado con la diabetes y la enfermedad de Lafora, que cursa con epilepsia y neurodegeneración.

Ahora, soy miembro emérito, después de cerrar el laboratorio el pasado mes de junio, una vez finalizados todos los proyectos de investigación que tenía en marcha (un proyecto del NIH americano, un Plan Nacional, el proyecto de La Marató, etc.). Se cerraba una etapa y era el momento ideal para concluirlo todo.

¿Y qué futuro tiene ahora sus líneas de investigación, después de jubilarse? ¿Qué legado deja?
Muchas de mis líneas han pasado a IQS de la mano del Dr. Jordi Durán. IQS ha sabido captar la gran capacidad de dos investigadores formados en el IRB – el Dr. Jordi Duran y el Dr. Benjamí Oller, que formaba parte del equipo del Dr. Ernest Giralt – y que son realmente extraordinarios.

Confío en que un habrá más fertilización cruzada, al abrirse IQS en áreas biomédicas, como apuesta de futuro. Hacer esta adaptación de una estructura más ‘química’ hacia una más ‘biológica’ requerirá las aportaciones de expertos entrenados en este ámbito. El IRB probablemente seguirá proporcionando nuevas ‘fuerzas investigadoras’ a IQS, en esta aventura tan interesante de abrirse al mundo de la biomedicina.
Esta deriva de la Química tradicional a la Bioquímica es patente en los premios Nobel de Química de los últimos veinte años, que han sido otorgados a una ‘química biológica’. Por tanto, esta nueva orientación demuestra una clara visión de apertura y de futuro por parte de IQS, seguro que tiene mucho éxito… ¡Yo les deseo mucha suerte!

Háblenos de su programa ‘Crazy about biomedicine’ que puso en marcha desde el IRB para alumnos de bachillerato. ¿Qué ha representado esta iniciativa? ¿Sigue aun en marcha?
Fue una iniciativa tan atractiva y pionera que pronto se reprodujo en otros ámbitos. Crazy about biomedicine empezó hace nueve años con la finalidad de abrir el centro de investigación los sábados a los alumnos de bachillerato, para fomentar entre los jóvenes el interés y la pasión por las ciencias biomédicas. El IRB fue el fundador del primero de estos programas. Ahora ya hay un montón de ‘crazys’: por la ingeniería, por la física, por las matemáticas, por la bioquímica… todos ellos bajo el paraguas de la Fundación Catalunya La Pedrera. Hoy en día, hay más de 300 ‘locos’ que participan cada año.

Todos estos chicos y chicas tienen intereses no compartidos por la mayoría de sus compañeros. Cuando se encuentran en un grupo con intereses similares, hacen piña y se sienten comprendidos. Durante el curso, pueden entender mejor el mundo de la Ciencia y encontrara su orientación profesional, trabajando con los propios investigadores (doctorandos y post-docs que les hacen de mentores, con una buena experiencia para ellos también). Es enormemente gratificante ver como una idea relativamente simple acaba produciendo grandes beneficios y consigue este impacto en la juventud. Es una iniciativa donde todos ganan: los estudiantes, los mentores, la institución, el país… ¡todo el mundo!

Es una de mis tareas como emérito: promover la enseñanza de la Ciencia entre alumnos de primaria y secundaria y hacer posible que el sistema de investigación se involucre en la enseñanza de las ciencias desde las primeras etapas educativas, porque el interés por la ciencia se debe empezar a estimular de muy joven, o si no se puede perder. Esta es mi ilusión a partir de ahora: contribuir a despertar vocaciones científicas entre los jóvenes, especialmente entre las chicas, y poder contribuir a cerrar este gap tecnológico y de género… que existe en todo el mundo.

Nos ha tocado vivir una pandemia muy especial. ¿Qué destacaría de las vivencias que hemos tenido – y tenemos – como sociedad en general? ¿Y en el mundo de la Ciencia?
Hay una conclusión muy obvia: la vacuna nos ha salvado de la pandemia. Los médicos y sanitarios han hecho un gran trabajo intentado curar y salvar a las personas, y han tenido un reconocimiento social muy importante y merecido. Pero la auténtica solución para evitar que el sistema sanitario colapsara han sido las vacunas. Teníamos unas bases tecnológicas ya preparadas y bastante avanzadas, que se forzaron ‘a toda máquina’ para ponerlas a punto en un tiempo récord. ¡Un éxito maravilloso y admirable!

¿Qué deberíamos haber aprendido de la COVID-19? Que necesitamos tener una ciencia básica bien desarrollada porque en cualquier momento nos puede salvar la vida. Lo hemos visto con las vacunas de RNA, una tecnología que se había empezado a formular hace años, que ahora se ha acelerado a toda velocidad y que nos abre un campo de aplicaciones impresionante.

La vacuna es un éxito extraordinario. Pero los científicos no hemos sido capaces de hacer entender al resto de la sociedad el reto que ha supuesto hacer una vacuna eficaz y en menos de un año. Por esto es importante lo que decíamos antes: la importancia esencial que tiene que los jóvenes aprendan correctamente como funciona la Ciencia y las bases de su método. Que sean abogados, economistas… ¡lo que sea!, pero que entiendan como funciona un sistema basado en la experimentación.

¿Cuál es su visión del momento actual del mundo científico? ¿Hacia dónde vamos?
La Ciencia es una actividad internacional donde competimos y colaboramos investigadores de todo el mundo. Esto implica que, si queremos ser de los mejores, tenemos que ser capaces de jugar ‘la Champions’ – jugar contra todos los equipos del mundo – no quedarnos en nuestro entorno inmediato.

Tiene que ver con el intercambio de conocimientos, de personas, de tener la posibilidad (y la capacidad) de participar globalmente de los avances. No debemos quedarnos con la idea que ‘nuestro científicos se van’. Se van, sí, pero ¿cuantos de otros países vienen en sustitución?
Para poder tener un sistema competitivo internacionalmente, necesitamos tener la capacidad de atraer talento internacional, que compense el talento local que ‘se va’. Si cedemos nuestro talento, y no somos capaces de atraer a otros, tenemos un gran problema. La internacionalización es condición sine qua non para la excelencia.

Recientemente, en una conferencia en el Barcelona Institute of Science and Technology (BIST) sobre tecnologías cuánticas, los ponentes eran de diferentes nacionalidades, pero todos ellos trabajan aquí. Es un buen ejemplo que muestra que la comunidad científica excelente necesita esta condición multicultural y multinacional, lo que implica que la sociedad debe estar preparada para aceptar a los recién llegados: facilitarles visados, vivienda.

Escuelas para sus hijos, etc., trámites sencillos, convertirnos en un país acogedor. Hemos de conseguir, en definitiva, un ecosistema favorable capaz de atraer talento y con una sociedad abierta, que lo acoja con ilusión.

¿Es este el futuro del mundo científico?
¡Es el presente! Pero tenemos que trabajarlo aún más, para conseguir un papel en el ‘concierto de las naciones desarrolladas’. En España solo tenemos una universidad entre las 200 mejores del mundo, la de Barcelona. En cambio, seguramente tenemos más de un equipo de futbol entre los 200 mejores, y los seguidores aun no estarán satisfechos, ¡los querrían entre los cinco mejores! Pues me gustaría el mismo nivel de exigencia en el mundo universitario y de investigación: conseguir situar una universidad entre las 25 mejores del mundo.

Y lo mismo sucede con la transferencia de tecnología. Requiere de un sistema favorable y un entorno adecuado. Hemos de irradiar la cultura de la ciencia, de la tecnología, de la innovación al conjunto de la sociedad. Conseguir una valoración de los investigadores, de los profesores, de los innovadores… y conseguir que los jóvenes digan ‘yo quiero ser como aquel’. Debemos  tener la voluntad de consolidar BCN como un ‘hub’ innovador y tecnológico, que sobre el papel ya es, pero debemos seguir trabajando cada día para no ir hacia atrás, pedaleando mucho para seguir avanzando y compitiendo con otros lugares del mundo.

Finalmente, ¿qué consejo daría a las nuevas generaciones de investigadores?
Que no busquen el confort. Que se rodeen siempre de personas mejores que ellos en un entorno estimulante y exigente, que les ayude a dar lo mejor de ellos mismos.